jueves, 1 de junio de 2017

Entrevista a Sami Tchak en "África no es un país"

Sami Tchak, poeta de la condición humana


El escritor togolés presenta en Las Palmas su novela 'La fiesta de las máscaras'


ÁNGELES JURADO. Las Palmas de Gran Canaria 1 JUN 2017


"En muchas historias de amor hay una muerte simbólica. No creo que tenga razón, pero lo pienso como artista", explica Sami Tchak (Togo, 1960), virando el rostro escarificado hacia su audiencia. Parece que les pida permiso, educadamente, para opinar sobre su propia obra. Lo hace en un español lento, que se demora buscando la palabra precisa. Lo aprendió en Cuba, en la calle, de otros africanos. Lo desempolva para la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria y el club de lectura de Casa África, donde ayer presentaba su novela La fiesta de las máscaras.

El escritor togolés Sami Tchak en la mediateca de Casa África.
El escritor togolés Sami Tchak en la mediateca de Casa África. PEPE MILLO



Sadamba Tcha-Koura (Sami Tchak) pasó la larga tarde de ayer dividido entre la carpa Macondo del parque de San Telmo y la sede de Casa África, exponiendo las claves de esta breve obra, que apenas llega al centenar de páginas y que combina lo poético y lo crudo, como el puñetazo de una mano forrada con un guante de terciopelo. Publicada recientemente por Casa África, hay quienes la consideran una obra menor a la sombra de la aclamada Puta vida, también publicada en español por una editorial hoy extinta.

Sami Tchak tiene la mirada dulce, la voz serena, el pelo parcheado de canas y las manos móviles, suspendidas perpetuamente en el aire. Enjunto y amable, contradice su reputación de enfant terrible de la literatura contemporánea con unas maneras corteses y el evidente deseo de intercambiar opiniones con sus lectores. Su fama de escritor subversivo, extremo, escandaloso incluso, le persigue hasta aquí sin alcanzarle. La conversación desnuda su obra de artificios para dejar a la vista sólo el esqueleto de denuncia política y social, el mensaje que quiere pasarnos.
Lo más obvio de La fiesta de las máscaras puede ser, precisamente, su voluntad de desmarcarse de la acidez y el humor de Puta vida. En sus conversaciones con la prensa, se declara un inveterado pesimista, que nos ve capaces de repetir lo peor de la historia desde el Holocausto y el genocidio ruandés hasta el infinito y más allá. También explica que se considera heredero de Sigmund Freud, con el que comparte la idea de que el sexo es la pulsión que todo lo explica y justifica.
Tchak se dice obsesionado por la oscuridad que portamos dentro, por las sombras de la condición humana. En esta breve novela intenta desentrañar toda la complejidad de las relaciones entre dinero, poder y cuerpo y extrapola un microcosmos de relaciones de poder desde el contexto familiar hasta el de las élites gobernantes corruptas y un país al completo.

Tragedia

La fiesta de las máscaras es una pura tragedia, narrada con desmesura y urgencia, en la que la muerte siempre está presente.
Tchak escribió la novela hace 13 años, situándola en un territorio imaginario y un tiempo indeterminado. "La historia funciona como una tragedia griega a puerta cerrada", se justifica. "No necesito fecha, no necesito muchas precisiones. Hay cosas que pasan en un país latinoamericano que podría ser un país africano". Dice que le interesa lo universal, no algo exclusivo de unas fronteras o un momento concreto de la historia.
Marcan el paso del texto una banda sonora en la que brillan Catherine Lara o Boy George y el recurso a las figuras de Reinaldo Arenas, José Lezama Lima, Marguerite Yourcenar o Marcel Proust. También el cine tinta las páginas de Tchak.  "Me encanta el cine y mientras escribía esta obra, veía una película que me influyó mucho, Ese oscuro objeto de deseo, de Buñuel", señala. "Carla, la protagonista, que hace con los hombres su voluntad, tiene que ver con la protagonista de Buñuel. La forma en que se desenvuelve la historia tiene que ver un poco con esa película también. Avanzamos y volvemos para atrás para saber qué pasó antes y comprender lo que va a pasar".
El contrapunto de Carla es Carlos, su hermano menor y la voz que nos narra la historia. Incómodo en una piel que habita a pesar de sí mismo, homosexual, celoso de su hermana, traumatizado por un padre que le desprecia y no le considera un hombre, Carlos busca instintivamente la muerte hasta toparse con ella en el momento en que roza apenas, con la punta de los dedos, la felicidad. Comprendemos su lamento de camino a esa muerte anunciada, a machetazos, a la orilla de una suerte de Laguna Estigia. Todo nos va llevando hacia una desgracia ineludible.
"La homosexualidad es un tema complicado en muchos países africanos", reconoce Tchak. "En Senegal, por ejemplo, es muy difícil hablar de ella. Traté de hacer una descripción muy indirecta, no hablar directamente de la homosexualidad, pero es uno de los temas centrales de la novela. Me interesa a partir de la lectura de autores como Reinaldo Arenas, Lezama Lima o Fernando Vallejo, con La virgen de los sicarios".
Por otra parte, las mujeres de Tchak se sitúan en este mundo difuso y tropicalizado en función de sus relaciones con los hombres. "Los hombres tienen una posición de dominio, las mujeres son dominadas", constata el autor, refiriéndose a una realidad que va de Togo a México, pasando por India o Rusia. "Lo más fácil para que una mujer alcance el poder es que mantenga una relación con los hombres que tienen el poder".
En este contexto, la violencia de género se convierte en una especie de parábola para describir una sociedad que acepta lo inaceptable con una facilidad pasmosa. Sobre todo, entre las mujeres. "La madre prepara a su hija para aceptar lo que ella aceptó de su marido. Hay un problema de independencia financiera e intelectual de las mujeres en mi país y eso las fuerza a hacer todo lo que quiere el hombre del que dependen", apunta.
Sociólogo de formación, Tchak avanza que sus investigaciones le conducen a sus novelas, proponiéndole temas que van desde la agricultura en Burkina Faso a la prostitución en Colombia. Precisamente en Cali, Colombia, y gracias a un estudiante de la ciudad que hizo una tesis sobre él, se gesta el proyecto de traducción y publicación de tres de sus obras.
La fiesta de las máscaras le sorprendió triunfando en Argelia, país al que el escritor ha viajado ocho veces en la última década y cuyo ministerio de Cultura apostó por publicar tres de sus novelas y repartirlas en tiradas de 2.500 ejemplares por las bibliotecas del país. Ese éxito le sorprendió porque, en general, sus obras están condenadas al exilio europeo o a los campus africanos, de los que casi no salen.
Tchak se sabe lectura minoritaria, carne de tesis muy especializada, poco africano para el paladar de muchos. Es un autor con el que puede ser complicado conectar. Los temas que le escogen y la forma en que los aborda despiertan pasiones. Buenas y malas. Sin embargo, él prosigue su camino entre ensayos y novelas, obsesionado por esa condición humana que se le escapa de las páginas, incapaz de juzgar a otro ser humano y consciente de que en él también conviven la peor y la mejor de las posibilidades. 
Esta tarde continúa el programa africano de la Feria del Libro de Las Palmas de Gran Canaria, con la ecuatoguineana Trifonia Melibea Obono y su novela La bastarda. Mañana, viernes, el nigeriano Ade Akinfenwa presentará su texto Poesís y refranes yoruba, y cerrará prácticamente la feria, el domingo por la mañana, Federico Vivanco, de la mano de su recopilación de cuentos y poemas Ellas (también) cuentan.

EL AFRICANO UNIVERSAL

Sami Tchak, poeta de la condición humana
A Sami Tchak no le interesa cercar con coordenadas físicas o temporales sus historias. La fiesta de las máscaras tiene algo de Togo, algo de Francia, algo de Colombia y todo de universal.
El propio Tchak vive desde hace tres décadas en Francia, donde se siente libre para expresarse como mejor convenga a su espíritu algo sombrío y pesimista. Reconoce que su lengua es el francés, que le sirve para explicarse y explicar el mundo y sin el que se sentiría mudo. También afirma que son los grandes autores latinoamericanos los que mejor escriben sobre África y cita a García Márquez, Bioy Casares, Alejo Carpentier o Lezama Lima como maestros a la hora de describir lo que se pudre en los trópicos. "Hablan mejor de África que los escritores africanos", asegura, antes de poner como ejemplo El otoño del patriarca, donde siente que García Márquez habla mejor de Togo que él mismo. 
"En Togo o Benín, hay una parte de la población que viene de Brasil. Nuestro primer presidente, Sylvanus Olympio, venía de Brasil. Así que hay una conexión muy directa entre mi país y América, además de la conexión que tengo con la literatura", añade.
Tchak reinvidica con agradecimiento y orgullo la huella de García Márquez, Rulfo, Bioy Casares. "Lo que me interesa más es su manera de fundir la realidad con lo extraordinario", precisa. "Y mi escritura también sirve para  dar las gracias a todos los autores que me influyen".

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